Frases

"Cualquiera puede hacer historia; pero sólo un gran hombre puede escribirla".
Oscar Wilde



"No existen más de dos reglas para escribir: tener algo que decir y decirlo".
Oscar Wilde



"Lee los buenos libros primero; lo más seguro es que no alcancemos a leerlos todos". Henry David Thoreau





sábado, 24 de julio de 2010

Mi nombre es Emma

Abrí los ojos, mire al techo blanco, estaba lleno de grietas y un hongo se carcomía la pintura, en medio del techo había colgada una ampolleta que en cualquier momento caería, estaba suspendida de un cable eléctrico y éste echaba chispas. Me senté sobre la cama, miré mis pies desnudos, delgados, llenos de cicatrices; me lavanté. El baño no tenía puerta puesto que se había caído en la última fiesta hecha; se suponía que el baño estaba cubierto por baldosas balancas pero, muchas de éstas estaban sucias, de color café, rotas cosa que se veía el cemento o emohecidas, en mi opinión esa cosa verde se movía ya que un día lo veía en la esquina superior del techo y el otro estaba en una pared opuesta; me levé la cara y me miré en el espejo viejo que estaba colgado en el baño sobre el lavamanos, miré el reflejo de mi rostro, era delgado, pálido, y mi cabello negro estaba revuelto como si fuera un nido, bajo mis ojos cafés hebían unas enormes ojeras grises, mis labios normalmente rojos parecían color papel pero, en fin aunque ustedes no lo crean ese es mi reflejo normal de mañana.
Salí del baño, camine por el pasillo gris, mis pies sentían el frío del cemento bajo ellos, el pasillo estaba lleno de puertas metálicas color gris iguales a la mía, pocas estaban abiertas y la única que miré en su interior no tenía a nadie y el único objeto en ella era una cama de metal cuyas sabanas estaban revueltas.
Llegué a la cocina, un lugar asqueroso donde ni las ratas querían estar, tomé de uno de los muebles de plástico blanco una caja de cereales y de otra un tazón, fui al refrigerador que estaba cerrado con un candado, y saqué el candado usando el pinche que tenía en mi bolsillo, de éste saqué la leche y la eche en un tazón, luego le puse cereales y devolví la leche en su lugar, para después cerrar el candado dejando ese sector igual que antes. En medio de la habitación había una mesa y una silla de madera y sobre ésta había una cuchara, siempre la dejaban allí para que no abriéramos los cajones buscando cubiertos, así no robáramos los cuchillos y no nos pudiéramos suicidar tan fácilmente.
Volviendo al tema de mi cereal cosa que estaba añejada, como siempre, era el más barato y tenía por lo menos dos años después de su vencimiento. Un grito hiso que mi cabeza me doliera, también escuche una discusión acalorada, ruidos de golpes metálicos, más gritos, otros golpes y lo peor de todo eso, ese era un comienzo normal de un día en este lugar que para mí es un loquero o mejor dicho un manicomio.

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